El Coágulo Read Count : 82

Category : Stories

Sub Category : Drama

Un día empecé a sentir un dolorcito en la nalga derecha. No le di mucha importancia ni se lo conté a nadie, pero el glúteo empezó a crecer, hinchándose rápidamente, y mami no paraba de preguntarme con qué me había golpeado. Yo no sabía qué contestarle. Alguien buscó a Jando, el viejo jugador de gallos y santiguador de secas. Llegó con su pipa apagada y su vaho a tabaco. Saludó y, sin mucho hablar, sacó un ungüento que olía a sebo de flandes y Vivaporú y lo untó en forma de cruz sobre la pelota inflamada mientras rezaba algo bajito. 

    —Bueno, doña, ya el coágulo está santiguao —dijo como quien garantiza un trabajo. 

    —¿O sea, que ya me puedo morir tranquilo? —

    —¡Dios te libre, mi hijo! —

    Pero el coágulo, como lo llamaban, siguió creciendo ante la mirada asombrada de los curiosos que llegaban a diario. 

    Todos hablaban de mi coágulo. Yo lo mostraba orgulloso y lo lustraba con mentol como a un trofeo del que era el único dueño, y por el cual me había ganado la admiración de todos. Me alegraba de que ningún remedio pudiera desinflamarlo. Ni paños calientes, ni antibióticos, ni hojitas mareadas de naranja agria o cardo santo, ni viejos curanderos, ni haitianos transeúntes. Crecía desafiante y todos los niños me preguntaban  envidiosos, cómo me había crecido esa pelota.

    —No es una pelota —les corregía de inmediato—. Es un coágulo.

    —Nos vamos pal Darío —dijo mami decidida, quitándose el delantal y tirándolo sobre la mesa. 

    Al llegar, un médico gordo en chacabana me examinó con rudeza y dijo:

    —Bueno, doña, a su hijo hay que internarlo. 

Me entristecí porque sabía que me extirparían mi coágulo. Lloré todos los días en silencio, hasta que Dulce, una enfermera morena, tetona, de boca grande y nalgas redondas, me dio un baño de aseo y me preparó para la operación. Me dijeron "cuenta hasta diez" y me pusieron la mascarilla mientras una luz blanca y fria me alumbraba desde el techo. 

    Desperté mareado, oyendo voces. Vomité varias veces y sentí el sabor dulzón de la anestesia en mi garganta. Aún bajo sus efectos, busqué debajo de la sábana y vi la cicatriz en forma de un cien pies enorme  que se comía mí coágulo y que aún me muerde el glúteo desinflado.

Comments

  • Aug 01, 2024

  • Eddy Serrata

    Eddy Serrata

    Gracias!

    Aug 01, 2024

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