Testigos Del Poder Del Sacerdocio Read Count : 101

Category : Stories

Sub Category : Drama

En el año de 1987, me uní a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días por medio de la ordenanza del bautismo y la confirmación, realizadas por un siervo del Señor, poseedor del Santo Sacerdocio, lo que me garantiza que dichas ordenanzas son verdaderas y reconocidas por el reino de Dios, tanto en el cielo como en la tierra. Empecé a estudiar las Escrituras y las Doctrinas del evangelio de Jesucristo, me sentía bien en la Iglesia, estaba de acuerdo con sus enseñanzas, sentía la influencia del espíritu de Dios, y algo muy dentro de mi, me decía que estaba en el lugar donde en realidad  yo pertenecía.

Además de muchas de las Doctrinas del Evangelio, aprendí sobre el Santo Sacerdocio, es decir, el poder con el que nuestro Padre Celestial por medio de su hijo Jesucristo, creó los cielos y la tierra, las muchas aguas y todo lo bello y hermoso que en ellos hay. Todos los Profetas de la antigüedad poseían este poder y por medio de Él, hicieron muchos milagros, sanaron a los enfermos, hacían que los ciegos vieran y los sordos oyeran, que los paralíticos caminaran y los que eran poseídos por demonios eran liberados. Por medio de este poder Moisés abrió las aguas y los del pueblo de Israel vieron la salvación ese día, porque fueron liberados de su esclavitud y conducidos a la tierra de su herencia. Aprendí que Dios compartía ese poder con los hombres dignos de la Iglesia y me esforcé desde el primer día por ser merecedor de ese gran honor. Pero lo más sublime y hermoso que aprendí sobre este asunto, era que los hombres dignos que poseen este poder, tenían la responsabilidad de ponerlo al servicio de los demás, y no al servicio de sí mismos.

La primera vez que vi personalmente como actúa el Sacerdocio, fue, cuando acompañe a los misioneros en una visita a una persona enferma, ellos le dieron una bendición y ella sano, la historia es la siguiente :

Aun siendo un miembro nuevo en la Iglesia, compartía con los amigos y los compañeros de trabajo, sobre lo feliz que me sentía por ello, un día extrañamos a una compañera de trabajo, porque tenía ya, varios días sin llegar a trabajar, hicimos las consultas del caso y nos enteramos que ella estaba muy enferma. Como la apreciamos mucho, nos sentimos con el deseo de poder ayudarla. Así que, la visitamos en su casa y hablamos con ella, tenía algunos meses de embarazo y nos contó que siempre que ella estaba embarazada, padecía de fuertes dolores, tan fuertes que permanecía casi siempre en cama y esa era la razón de su ausencia en el trabajo. Nosotros lo comprobamos personalmente, ya que estuvimos ahí, con ella, en su habitación y apreciamos como se retorcía en su cama por causa de los dolores que sentía. 

No podíamos conformarnos solo con nuestra visita, en realidad queríamos hacer algo más por ella, así que le informamos que en la Iglesia, había un par de jóvenes misioneros, quienes eran muy buenos y se interesan por ayudar a las personas y que nos gustaría traerlos a su casa para que ellos oraran por ella, para que le dieran una bendición de salud del sacerdocio. Ella asintió con la cabeza, entonces nos sentimos aliviados, porque confiábamos en ese poder que había en la Iglesia. Y con ese agradable sentimiento, nos despedimos de ella y nos dirigimos a nuestras casas con la meta de regresar al siguiente día, en compañía de los misioneros.

Como lo habíamos prometido, hicimos los arreglos necesarios en la Iglesia para que los misioneros pudieran acompañarnos a la casa de nuestra compañera enferma. Al día siguiente nos reunimos con los misioneros, como lo habíamos acordado, y juntos nos dirigimos a la casa donde ella vivía. Cuando llegamos, nos hicieron pasar a la habitación y le presentamos los misioneros a nuestra compañera, ella se alegró por nuestra llegada mientras hacía gestos de dolor. Los misioneros le preguntaron si estaba de acuerdo con la bendición de salud que debían administrarle, ella asintió con la cabeza y les dijo que tenía la fe necesaria para que el Señor la pudiera sanar.

Entonces los misioneros nos pidieron que nos pusiéramos de rodillas, mientras ellos se acercaban a la enferma, pusieron sus manos sobre su cabeza y entonces le dieron la bendición. En la ordenanza ellos pedían al Señor que por medio del Sacerdocio que poseen, ella fuera sanada, indicando que lo hacian en el nombre de Jesucristo. Luego de ello, los misioneros se despidieron y se marcharon, Nosotros nos quedamos un momento más, nuestra compañera nos dijo que mientras los jóvenes oraban por ella, había sentido como una sensación de alivio recorría todo su cuerpo. Su rostro tenía una expresión de tranquilidad y percibimos que ahora ella debía descansar, así que nos despedimos y prometimos visitarla otro día.

Pocos días después, nuestra compañera regreso al trabajo, se había recuperado, y sin duda agradecimos al Señor por el milagro que se había verificado en su vida. En el tiempo que restaba de su embarazo ella pudo estar bien, ya los dolores  que padecía, habían desaparecido, y nosotros estábamos gozosos por haber sido testigos de ese maravilloso milagro.

Fin


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