ORIRO Read Count : 124

Category : Adult

Sub Category : Pulp Fiction
—Nombre— preguntó una voz monótona. 

—Olive Cramsey. 

—¿Por qué está aquí?

—Vine por una entrevista de trabajo. La invitación llegó desde aquí. Me dieron un número…— comenzó a explicar la mujer, buscando un papel. —Cinco, uno, ocho, nueve. 

—Pase por el ascensor, por favor. 

Sin más explicaciones, Olive caminó hacia una puerta de metal pulido, oyendo sus tacones resonar en el absoluto silencio. Mientras esperaba que la puerta abriera, observó una vez más el edificio impoluto, con paredes y suelo de mármol lustrado; le resultaba imponente e impresionante, quizás por eso se sentía más nerviosa a cada minuto. 

Un sonido anunció el ascensor, ella ingresó pero la falta de botones la sorprendió. Asustada y confundida, intentó salir antes que las puertas cerraran, pero el grito quedó encerrado en el ascensor cilíndrico junto con ella. 

—¡No! ¡Maldición! ¿¡En qué me metí!?— comenzó a quejarse. 

Intentando no desesperarse, buscó su celular, y cuando pensaba en llamar a alguien observó que se había quedado por completo sin señal. Trató de no tensionarse por ello, solo cerró los ojos, contuvo el aire un momento, y guardó el celular nuevamente en su bolso. 

La luz blanca sobre ella le permitía ver su figura obscura reflejada en el espejado metal, su piel amarronada, su cabello negro azabache, el vestido largo del mismo color, y las botas con tacón. De un momento a otro la luz se apagó, y Olive se llevó una mano al cuello. 

—¡Dioses! Ahg… Tengo que permanecer calmada— se dijo a sí misma, comenzando a pensar en voz alta. —Los Dioses me protegen, nada me puede pasar. Los Dioses me protegen, nada me puede pasar…— comenzó a susurrar, cerrando los ojos. 

Cuando finalmente logró alejar toda sensación de ahogamiento y desesperación de ella, Olive volvió a abrir los ojos, se paró tan erguida como pudo, y estiró sus manos hasta rozar el techo del ascensor. Se dejó llevar por la intuición, buscó la rendija que debía haber para que la luz que antes la iluminaba llegase hasta ella, y encontró una irregularidad en el metal. 

—Ah… Si— suspiró aliviada. Se las arregló para sacar de lugar el techo y palpó lo que había sobre ella. —Cables, luces led… Algo plano… ¿Qué rayos?— se sorprendió, al no lograr reconocer lo que tocaba. 

Olive se agachó a buscar su celular, prendió la linterna, y miró mejor lo que había. Aquello plano que había sentido, decía “luz”, y al presionarlo, la luz blanca del ascensor volvió a prenderse. Sin embargo, luego de apagar su celular y guardarlo nuevamente, descubrió que los cables que había sentido estaban conectados en una placa, por medio de ganchos metálicos con pequeños bordes de goma. 

—Eso es… Insólito— se dijo. 

Curiosa, no pudo evitar comenzar a toquetear, y descubrió que al cambiar de lugar ciertos cables, otros botones que no había notado antes se encendían. Con un par de cambios, la prueba y error comenzó a darle pistas sobre qué cable tenía que ver con qué, y tras unos cuantos intentos, la luz de un botón que decía “puerta” se encendió. 

Una sonrisa se abrió paso en el rostro de Olive, quien internamente agradecía una y otra vez. Sin pensarlo dos veces, presionó el botón, y tomó sus cosas; no se molestó en reacomodar los cables, pero si volvió a poner la placa del techo justo como estaba. 

Mientras acomodaba un poco su ropa, una puerta se abrió. No podría decir si se trataba de la misma puerta que antes, pero el lugar al que salió, ciertamente era distinto. Largas filas de lámparas brillaban en lo alto, a varios metros sobre su cabeza, iluminando una enorme oficina con probablemente quince escritorios. El sonido de teléfonos, rápidos tecleos, distintos timbres, y el murmullo de personas hablando entre todo ese ruido, invadió los oídos de Olive al instante, y súbitamente no supo qué hacer. 

Se quedó tiesa, mirando todo con la vista desorbitada, y su expresión se volvió ilegible. Nadie parecía notar su presencia, y por un momento dudó si acaso no había un hechizo de invisibilidad sobre ella. 

—¿Olive Cramsey?— preguntó una mujer, repentínamente. 

El hechizo se rompió. 

—Si, si— asintió ella, algo aturdida. Observó a la mujer: rodete ajustado, blusa blanca prolija, pollera gris tubo, tacos negros, anteojos perforados. —¿Podría preguntar dónde estoy?

Los labios carmesí de la mujer se abrieron en una sonrisa comprensiva. —Ya te será explicado todo— aseguró, invitándola a avanzar con un movimiento de la mano. Guiándola por el hombro, agregó mientras caminaban —Si me permites decirlo, tienes el mejor método de resolución ante la presión que he visto en mucho tiempo.

Se detuvieron al llegar a una puerta negra, justo al otro lado de la oficina de escritorios y la mujer golpeó tres veces. Olive la miró confundida y luego sacudió la cabeza. 

—No tengo idea de qué está hablando. 

—El jefe te verá ahora— respondió la mujer, dedicándole una última sonrisa amable, y se fue en cuanto la puerta se entreabrió. 

El sonido sorprendió a Olive; creyó que la puerta se terminaría de abrir, pero solo oscilaba en un vaivén que no mostraba signos de terminar. Algo temerosa, acercó la mano y abrió la puerta. 

—Permiso— dijo insegura. 

—Pase, señorita, pase— respondió una voz adulta al otro lado. 

Animada por el tono jovial de esa voz, ella ingresó cerrando la puerta tras de sí. —Puede llamarme señora, si desea; soy casada— aseguró. 

—Una mujer valiente, así me gusta— rió el sujeto. —Bienvenida a ORIRO. Nuestras siglas significan Organización de Recursos de Inteligencia para la Rectificación del Orden. En otras palabras, mantenemos todo en orden— la saludó un señor mayor, sentado en un sillón de cuero frente a un escritorio. —Veo que es callada, nada mal. Por lo que sabemos de usted, habla cuando debe, y muy bien, según parece. Por favor, tome asiento— indicó, sin levantarse. Mientras Olive se sentaba en una cómoda silla de computadora, dejando su bolso en el suelo, observó el traje formal y el cabello cano prolijamente peinado, del hombre frente a ella. —Quizás ya lo adivinaste a estas alturas, pero lo que pasaste en el ascensor fue una prueba. 

—Es la única explicación que parece tener sentido— admitió ella, dejando escapar una sonrisa nerviosa. —Disculpe, pero aún tengo muchas dudas. ¿Usted es…?

—Jhonnas Beker— respondió con voz firme. —Me comuniqué contigo con la orden específica de que vinieras sin sospechar a qué te enfrentarías. Y quiero creer que lo logré— rió. 

—¿Qué clase de trabajo es éste? Algo me dice que no se trata de uno convencional— dijo Olive, con algo de desconfianza. 

—Perceptiva. Otra de las razones que nos hicieron poner la vista en usted. ¿Sabe? El manejo del idioma y la resolución de problemas son algo importante, pero apreciamos mucho las características particulares de nuestros empleados, como la mente fría ante la presión, la empatía, y la perspicacia y percepción… Eso vale oro para nosotros— respondió Jhonnas. 

—Disculpe, Señor Beker, pero está evadiendo mi pregunta. Y ya que estamos, para animarlo a que me responda, le comento que cuando ingresé al edificio, las siglas parecían corresponderse con Organización de Innovación y Renovación de Ordenadores— dijo Olivia, con cierta solemnidad. —Me suena a fachada. Así que me interesaría saber qué encubre, ya que me ha invitado a trabajar aquí; probablemente termine de decidir si trabajaré o no con ustedes, de acuerdo a lo que me responda. 

Jhonnas cerró los ojos, manteniendo una sonrisa en el rostro. —Bien. En tal caso, iré al grano. Ésta también era una prueba; si acepta trabajar con nosotros, será probada por al menos una semana sin que usted lo note. Nuestra organización se encarga de mantener el orden mundial, para lo cual debe estar al tanto de las internas de todos los países del mundo. Yo solo soy el jefe de esta sede, y ya que no hay una principal, ninguno de los jefes es más importante. Sin embargo, deliberamos entre todos los jefes para decidir cómo se debe proceder con la información que todos nuestros agentes recolectan, y… admito que en ocasiones nos equivocamos— comenzó a explicar. —Su trabajo aquí, sería ir a recolectar esa información de una manera muy segura. Sería improbable que encuentre peligro, aunque no imposible; recibirá entrenamiento mínimo indispensable en manejo de armas de fuego y defensa personal, pero ya que nuestra fachada es la industria de la computación, y la organización no tiene un enemigo en particular, no solemos poner en riesgo a nuestros agentes. 

—¿De qué les serviría una traductora desempleada como yo?— quiso saber Olive, algo desconcertado aún por la explicación de Jhonnas. 

—Sabemos que puede hablar con la gente, ayudarlos, y en el proceso, aunque no lo note, obtiene mucha información de ellos. Nosotros la enviaríamos a hablar con personas específicas, incluso arreglaríamos todo el escenario para que la conversación se dé sin problemas, y todo lo que usted debería hacer, es ser usted misma— respondió él, con un tono que implica sencillez. —Siendo traductora maneja con facilidad varias lenguas, lo que nos permitiría mayor rango de regiones a las que podríamos enviarla.

Olive bajó la vista a la madera negra del escritorio frente a ella. La mantuvo allí, tratando de encontrar las palabras para expresarse. Abría la boca para hablar, pero al principio no supo qué decir. 

—Lo que hago… A mí me sale hablar con algún amigo, ¿Pero ésto? ¡No puede esperar que ellos se abran a hablar conmigo si ni siquiera me conocen!— argumentó Olive, algo indignada al final. —Son pocos los desenvueltos que se atreverían a hablar con cualquiera así porque sí. 

—Tranquilícese, por favor. En ocasiones, solo tendrá que estar en el lugar y fingir que no pasa nada, mientras algún dispositivo graba una conversación. Su trabajo consistirá en mantener vigilado el dispositivo, que le diremos dónde y cómo colocar, recuperarlo al final, y traducir la conversación de ser necesario. Supongo que no habrá tantos problemas en esos casos, aunque quizás sí sea difícil inventar excusas creíbles sobre porque está en ese lugar, sin que resulte sospechoso— replicó Jhonnas, esperando que Olive no entrara en crisis. 

Ella inhaló profundo, y soltó un largo suspiro. Mantuvo los ojos cerrados un momento, solo pensando en lo que implicaría aceptar el trabajo. No le agradaba tener que ocultar cuál era su trabajo, no lo hacía ninguna gracia lo que implicaría su nuevo empleo en lo que respecta a viajar constantemente. 

—A ver si me quedó claro. ¿Quedaría registrada como empleada de la empresa de computación, lo que justificaría mis ingresos?—. Jhonnas asintió. —¿Y qué justificaría los viajes?

—Su empleo en la empresa de cubierta sería como agente de recursos humanos, por lo que la comunicación con nuestras sedes en otros países— aseguró. —Por supuesto, no debo recordarle que debe mantener ésto como secreto, y ya que ha estado evitando darme información sobre usted, tendré que proceder a pedirle específicamente que me diga algunas cosas. Para empezar: religión, trabajo anterior, procedencia familiar… 

Olive dejó escapar una media sonrisa. —Interesante. Me pregunto por qué necesita saber mi religión— respondió, sin dar información. Ante ello, Jhonnas la miró can intensidad, y ella revoleó los ojos. —Bien, de acuerdo. Mi familia me crió aquí mismo, jamás salí del país, estudié hasta la universidad y mi último trabajo fue asistencia en traducciones por medio de internet. Llevo dos meses desempleada, y ya que tanto quiere saber mi religión, a los dieciocho años tomé la decisión de abrazar una religión distinta a la que mis padres tenían, y desde entonces soy Wiccana— contó Olive, finalmente, evitando el contacto visual mientras hablaba. Cuando al fin miró a Jhonnas, él parecía algo confundido, por lo que ella concluyó diciendo —Para que lo entienda, soy una bruja; pero no se confunda, no hablo de la versión estereotipada. 

Jhonnas cerró los ojos mientras una sonrisa se abría paso en su rostro, y rió ligeramente. —Lo entiendo, no se preocupe. De hecho me parece bastante curioso, puede que nos sea de ayuda lo que sus creencias le permitan saber— aseguró.

Olive asintió, considerando por un momento su respuesta, cuando una puerta a la derecha de Jhonnas se abrió con un sonido que llamó la atención de ambos.

Ingresó a la oficina un hombre adulto, de cabello rojo obscuro, vestido con traje y llevando en las manos una carpeta gris que iba leyendo. Levantó la vista cuando se detuvo, y sus ojos celestes fueron directo a Olive.

Jhonnas observó, con cierto asombro, que ambos se miraban en silencio e inexpresivos, como si hubieran visto un fantasma. Olive comprendió por qué había tenido la sensación de que él le ocultaba algo.

—¿Daniello?— preguntó Jhonnas. Observó a Olive y comenzó a decir —¿Hay algo que quiera decirme, señora Cramsey? O quizás adivinó mentalmente que ustedes tienen el mismo apellido.

Avergonzada, Olive desvió la mirada, pero Daniello no supo qué hacer más que mirar a su jefe.

Soltando un suspiro de rendición, al ver que Jhonnas insistía con la mirada, Daniello le dijo a Olive —Solo dile; tiene que saberlo si va a contratarte.

Olive regresó la vista a Jhonnas y aseguró —Dani es mi esposo. Yo… no sabía que él trabajaba aquí, aunque eso ahora tiene mucho sentido.

Jhonnas comenzó a reír. —¡Pues no se preocupen por eso! No creo en esa tontería de que los colegas no debas ser pareja. Por el contrario, es preferible en esta empresa, ya que así no necesitamos investigar a las parejas de nuestros empleados y que resulten ser enemigos— explicó sencillamente.

Olive suspiró aliviada, y Daniello permaneció asombrado. Dejando la carpeta gris en el escritorio, se disculpó, y se acercó a Olive para decirle —Perdóname por no decirte, cariño, pero no podía revelar nada.

Ella asintió. —Si, ya me dí cuenta, y lo entiendo. No estoy enojada contigo, solo estoy algo… preocupada. Ahora ambos tendremos que ocultarle ésto a Jazmine, y no quiero que se sienta dejada de lado. Finalmente estamos bien, no me gustaría volver a tener los problemas de desconfianza de hace unos años— le explicó Olive, tomando sus manos entre las de ella.

—Justo de negro tenías que vestirte, ¿No?— rió Daniello, cambiando de tema.

—Así estoy formal; nadie me cree bruja por como visto, solo tú.

Detrás del escritorio y permaneciendo sentado en el sillón, Jhonnas tosió, aclarando su garganta. Cuando los Cramsey lo miraron él cruzaba las manos delante de él y se reclinaba contra el respaldo.

—Usted sabe cómo trabajamos aquí, agente Cramsey— le dijo a Daniello.

Él pasó una de sus manos por su cabello corto, volvió la vista a su esposa y dijo —Hay que contarle todo, ahora que ambos trabajamos aquí. Cuando a mí me contrataron, no importaba tanto… 

Olive sacudió la cabeza. —Está bien, no me expliques nada. Supongo que ya nada podrá sorprenderlo más que saber que soy bruja— aseguró Olive. —Jazmine es mi novia; llevo un tiempo sintiendo que Dani me ocultaba algo, y no me gustaría que ella sienta lo mismo de mí ahora. Hace unos años pasamos por un periodo de desconfianza terrible y nos costó mucho salir adelante— explicó ella a Jhonnas.

El hombre la miró con los ojos abiertos como platos y la expresión dura, ilegible, como si hubiera visto un fantasma. Fue incapaz de pronunciar palabra, abrió y cerró la boca un par de veces pero no llegó a decir nada.

Daniello sujetó a Olive por el brazo y le susurró con dureza —Creo que te faltó sutileza, mi amor.

Olive respiró profundo y buscó el modo de explicarlo mejor. —Voy a tratar de ser clara. Daniello es mi esposo, y a la vez Jazmine es mi novia. Ambos son mis parejas, los tres vivimos juntos; pero antes que piense algo raro, yo comparto la cama con ambos, mas no al mismo tiempo, y lo único que ellos tienen en común, soy yo.

Jhonnas comenzó a asentir lentamente, cerrando los ojos para procesar mejor lo que le acababa de contar Olive. Ciertamente se trataba de la mujer más misteriosa que hubiera conocido, pero eso no tenía por qué ser una desventaja, sino todo lo contrario.

—Entonces…— suspiró Jhonnas, rompiendo el silencio. —Si le parece, espero que supere ese problema con su novia y acepte trabajar con nosotros. En tal caso, la esperamos a primera hora mañana— concluyó Jhonnas. —Buenas noches.

Los Cramsey se despidieron y salieron de la oficina. Olive estaba tanto asombrada como aliviada. Caminó junto a su esposo hasta la puerta de salida, una enorme cortina de hierro, prestando atención a todo a su alrededor para comenzar a familiarizarse con el lugar.

—Al parecer eso salió bien— rió Daniello cuando se detuvieron. —Así que… Escucha cariño, como puedes ver ahora, tengo algo de trabajo aún, así que llegaré tarde. Aprovecha para cenar con Jazmine y piensa la mejor forma de decirle que obtuviste el empleo, sin revelar la verdad— le pidió Daniello. —Te llegará un mail, diciendo… bueno, no sé qué dirá exactamente, pero será via “oriro.net” lo que significa que viene de aquí. Tendrás que responderlo para quedar registrada, y así sabrán que aceptaste el trabajo— explicó. Ella permanecía en silencio, no parecía querer mirarlo. —Espero que no estés enojada conmigo. 

—No, no. No te preocupes. Solo espero que los Dioses me perdonen por mentir tanto; ahora mismo me pregunto lo que me espera… Según la ley del tres, volverá a mí algo tres veces peor que mentirle a la mujer que amo— explicó Olive, con la vista baja.

—No lo haces con mala intención— aseguró Daniello. —Ahora, vé— le dijo, presionando un control remoto en su bolsillo. —Yo no llegaré hasta pasada la medianoche.


En una casa en los suburbios iluminados por la luz de calle, la puerta se cierra con mucho ruido, y Olive deja colgado su bolso. En una pequeña cómoda contra la pared izquierda, con una lámpara apagada adornando el mueble, ella deja sus llaves y el celular, mientras continúa caminando al interior de la casa.

En medio de la sala, cuyos sillones han sido corridos hacia las paredes, liberando el mayor espacio posible, una mujer lleva a cabo ejercicios de estiramiento. Su larga cabellera enrulada color caoba se movía de un lado a otro acompañando el rítmico movimiento de su ida y venida mientras ella entrena sus músculos rigurosamente. No había forma de que notara la presencia de Olive sin levantar la cabeza, ya que tenía puestos un par de auriculares blancos.

Olive prefirió no molestarla, evitó pasar por la sala y abrió una puerta a su derecha, que daba directo a unas escaleras. Por allí subió hasta su cuarto y se cambió a algo más cómodo para estar en la casa: una camisa de algodón celeste, y un short de jean. Frente al espejo, con la vista en sus ojos marrones, se ató el cabello en un rodete y bajó nuevamente.

Esperaba que Jazmine ya hubiera terminado sus ejercicios, pero comprobó que no era así al encontrarla haciendo flexiones. Las pupilas de Olive de dilataron por la excitación que le causaba ver la piel clara de Jazmine brillando con sudor, sus músculos marcados, y tanto el top negro como el short azul marcando sus curvas.

—Ah… Ah…— exhalaba Jazmine, jadeando agitada cuando se dejó caer al suelo. Acababa de terminar. —Estoy muerta…— sentenció, quitándose los auriculares.

Olive llegó hasta ella y la ayudó a levantarse diciendo —Te ves excelente, si te sirve de consuelo.

Ambas rieron, y en cuanto estuvieron de pie se abrazaron y besaron un momento. Reacomodaron la sala y juntas cocinaron. —¿Tarde? Bueno… tendremos la noche para nosotras— dijo Jazmine con voz seductora.

De la misma manera, Olive respondió —Así es… 

Poco después de terminada su cena, ambas se sentaron a tomar unas tazas de té en uno de los sillones de la sala, y Olive decidió contarle sobre la entrevista de trabajo.

—¿Recursos humanos? ¿Estás capacitada?— se sorprendió Jazmine.

—No sería la única en el departamento, sino más como una representante. Necesitan alguien que pueda manejar las relaciones internas entre sedes de diferentes países— explicó Olive, algo nerviosa.

Jazmine rió ante la específica explicación de Olive y acarició sus brazos.  —No necesitas explicarme todo eso. ¿Crees que no lo sé? Te recuerdo que trabajé en la mensajería de recursos humanos desde que terminé el secundario, un par de años antes que tú— respondió, con tono juguetón, inclinándose a besarla.

Un repentino sonido llamó la atención de ambas, que asustadas comenzaron a mirar en todas las direcciones. Olive trataba de permanecer tranquila pero no podía estarlo, sintiendo que era invadida en su propia casa.

—¿Qué fue eso?— dijo finalmente, con tono bajo.

—No lo sé, pero ya lo he escuchado antes…— aseguró Jazmine, sujetando sus brazos. Al notar que Olive la miraba confundida, se explicó —Si, bueno… Las noches que estábamos solas, oía ruidos pero creía que era Dany bromeando.

—¿Pasó algo alguna vez? ¿Se metió alguien o… no sé, algo?— preguntó Olive, preocupada.

—Para nada. Yo nunca me atreví a moverme… si era Daniello no iba a darle el gusto de saber que me había asustado. Aparte, estaba medio dormida, no quería levantarme, y no notaba si él realmente había llegado o no— respondió Jazmine.

Un sonido a roto las sorprendió nuevamente, pero esta vez, se trataba de uno de los vidrios que daba al patio del fondo. Olive, instintivamente, buscó proteger a Jazmine y enseguida la sujetó. Sin embargo, ella creyó que era porque tenía miedo, y en su mente ya estaba pensado en cómo defenderse de quien fuera.

—No temas, no dejaré que te haga daño— dijo Olive.

—Temo… pero por tí— respondió Jazmine, tratando de levantarse rápido.

—No te muevas— susurró Olive. —Quizás no nos ha visto aún.

Lentamente, ambas se levantaron del sillón y se acercaron con cautela a la cocina, que tenía una pequeña ventana con vista al patio. Se sorprendieron al descubrir un cuarto de la ventana rota, y permanecieron inmóviles, incapaces de reaccionar.

No parecía haber nadie del otro lado, así que se abstuvieron de llamar a la policía, por si había sido solo un ave o una piedra que había golpeado contra el cristal.

—Deberíamos llamar igualmente a la policía. Podría ser acoso— sugirió Jazmine.

En el momento en que habló, una figura negra se movió tras el vidrio, y por la ventana rota ingresó un brazo que apuntó hacia ellas con un arma. Jazmine corrió en dirección a unos cuchillos grandes de cocina, y Olive corrió tras ella sin pensarlo dos veces.

—¡No!— gritó Olive, alterada, al pensar en el peligro que corría su novia por entrar a la cocina.

Sin notar que hacía lo mismo que Jazmine, también tomó un cuchillo, y cuando vieron que la mano se movía como tratando de dispararles, no dudaron un segundo: lanzaron un cuchillo en su dirección.

Se oyó un gemido asustado del que parecía un hombre, que dejó caer el arma y extrajo el brazo sangrante; los cuchillos habían desgarrado su piel a diferentes alturas y continuaron su recorrido hasta chocar con la pared frente a ellas.

El silencio que se instaló, fue roto por Jazmine. —Que bien lanzas.

Olive no podía creer lo que acababa de ocurrir, y mucho menos que eso fuera lo primero que Jazmine pensó decir.

—¿Es broma? ¿¡Acaso no viste lo que acaba de pasar!?— comenzó a decir Olive, alterada. Mientras tanto, Jazmine estaba con el celular, lo cual pareció molestarle. —¡Presta atención dos segundos! ¡Casi me muero al verte en peligro! ¿¡Qué estás haciendo con ese aparato!?

—Había llamado a la policía, pero como no llegué a hablar porque un arma ingresó por la ventana, quería ver qué pasó— respondió Jazmine. —Al parecer tus gritos los hicieron considerar ésto una emergencia, y ya está en camino una patrulla.

Olive trató de calmarse respirando profundo, fue a buscar los cuchillos y los dejó sobre la mesa. Le llamó la atención que ambas hubieran hecho lo mismo, y rió al pensar que de hecho era la primera vez que lanzaba un cuchillo.

—¿Cuántas veces has dado cursos de manejo de navajas?— preguntó.

—Solo un par de veces, pero muy pocas veces alguien lanza así de bien a la primera— la felicitó, yendo a abrazarla por detrás. —Todavía tiemblas— le susurró.

—Creí que te perdía— respondió Olive.

Ella ahora sabe que la casa es monitoreada por ORIRO, pero no estaba segura de lo que eso significa. Antes de poder pensar nada más, oyó la sirena de la policía llegando, y permaneció allí, abrazando a Jazmine.


Pasaron un par de horas; la policía llegó a la casa, fotografiaron la cocina, tomaron muestras de sangre, y ambas tuvieron que declarar lo ocurrido. Olive temía que pudieran recibir algún cargo en su contra por herir al sujeto con los cuchillos, pero les aseguraron que era en defensa propia, asunto que Jazmine tenía muy en claro.

—Solo respira. Relájate un rato. Agradece que nada nos pasó— le sugirió Jazmine.

Olive obedeció; asintió agradeciendo internamente y respiró profundo un par de veces.

—Creo que me daré un baño— dijo finalmente. Jazmine le sonrió y mientras ambas subían las escaleras, le pidió —¿Podrías explicar todo ésto a Dany cuando llame? Tardaré un buen rato.

—Tranquila, yo me encargo— aseguró. Fue directo a sentarse en el amplio colchón con acolchado negro, siguiendo con la vista a Olive que ingresaba al baño. —Te estaré esperando, así que no tardes demasiado o me dormiré.

Olive rió ligeramente, no respondió, pero Jazmine solo trataba de hacerla pensar en algo que no fuera el extraño ataque.

Junto antes de entrar a la ducha, el celular de Olive llamó su atención; tenía un nuevo mensaje, de remitente “annabethil@oriro.net”.

No había dudas de que se trataba del tan esperado mensaje del que Dany le había hablado.

<>

Olive entrecerró los ojos mientras lo leía, insegura de lo que el mail podía significar. Decidió entrar a bañarse para poder pensar mejor en qué responder, y mientras se secaba finalmente escribió:

<>

No supo cómo concluir su mail, así que decidió simplemente enviarlo como estaba, suponiendo que cuanta menos información específica contuviera el mensaje, más seguro sería.

—¿Jaz?— llamó Olive, saliendo del baño. La curva figura tendida a lo largo de la cama no se movió. Olive caminó hacia ella, apagando la luz tras salir desnuda y con frío. Se apuró a llegar hasta la cama para meterse bajo las sábanas, y sintió el contraste con el cuerpo tibio de Jazmine, quien apenas la percibió junto a ella, comenzó a reír. —No me engañas, tu aura no se puede relajar si no te duermes. Ya sabes eso— le susurró al oído.

Olive cerró los ojos cuando las manos de Jazmine comenzaron a bordear su figura, excitándola al moverse más lento conforme se acercan a su cintura.

—¿Te digo qué otra cosa sé?— le preguntó Jazmine, con tono seductor. Antes que Olive pudiera responder, Jazmine llegó hasta su entrepierna, y le fue imposible no dejar escapar un gemido de placer. —Sé cómo dejarte sin habla… ¿Puedes hacer lo mismo?

—Solo quieres distraerme, ¿Verdad?— consiguió decir Olive, forzando la voz que parecía trabarse en un jadeo inevitable. —Buena… ¡Ah! ...suerte con eso.

—Ya debes dejar de pensar en eso. El sujeto lo merecía— insistió.

—Pero…

—Nada, no me pongas excusas. Sé que dirás lo de no lastimar a nadie y hacer lo que quieras, pero ya lo hablamos; si a ti te van a lastimar, entonces haz lo necesario. Y así lo hicimos— la interrumpió Jazmine, sin dejar de manipular la entrepierna de Olive. —Si hubieras esperado a que realmente te lastimara para hacer lo necesario, ahora estarías en el hospital.

—No es… ¡Ahg! ...justo. Me haces ésto para que no hable. ¡Ah!— se quejó Olive, justo antes de quedarse sin aire.

Pero Jazmine tenía razón; había sido en defensa propia, no lo atacaron solo porque sí, quien-fuera tenía un arma y les apuntaba directo a ellas. Por eso, aunque la principal regla que Olive sigue sea la de hacer lo que quiera sin lastimar a nadie, cuando a ella la lastiman entonces debe hacer lo necesario.

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